domingo, 10 de mayo de 2009

Cabalgando por Doñana


Cabalgando por Doñana

 

 

 

 

“Cabalgar por Doñana es la simbiosis perfecta entre el hombre y la naturaleza es la armonía entre el silencio y el viento, la realidad bucólica que invita a soñar despierto a través de los interminables pinares entre dunas y camarinas, donde las puestas de sol te envuelven con sus colores para llevarte más allá de lo imaginable. Si vienes a Doñana se instalará en tu corazón un sentimiento de amor tan grande que no podrás olvidar jamás y en tus pupilas quedará para siempre el recuerdo que te unirá a esta tierra de contrastes, donde la naturaleza continua en estado puro”.

 

 

Serían las ocho de la mañana cuando me subí al caballo  en el Rocío, al llegar a la boca del lobo, mi memoria rebobinó al tiempo. Advertí a mis neuronas y en mi cerebro comenzaron a entrar impulsos eléctricos por todos los sentidos.

 

La pupila me brindó en panorámica la inmensa llanura de almajo y castañuela, la luz del horizonte me ofreció el misterioso espejismo de mi adolescencia. Me adentré marisma adentro y recibí el inconfundible olor de la tierra mojada, se despertó mi nostalgia y me lancé al galope a buscar mi niñez para llenar los rincones desiertos de mi memoria vacía por la ausencia de tres lustros sin verla. Cabalgué sin descanso a lomos de la inercia y el aire marismeño me abrazó con ternura, el caballo se paró sudoroso y resopló,  giró sobre sí mismo con una cabriola pinturera  invitándome a contemplar todas las pequeñas cosas que hacen tan grande y tan hermosa a la marisma.

El caballo chapoteó en el fango y de nuevo me empapó el olor de la arcilla, mi corazón aumentó las pulsaciones y la ansiedad me invitó a seguir marisma adentro mientras me preguntaba: ¿quién soy yo sin ti? ¿Qué, sin tus recuerdos? Yo, que soy barro de tu barro, agua de tu agua, modelado por tu arena y por tus vientos, jinete de la bruma que me confunde con el horizonte, que se esfuma y se diluye, que me aleja y me acerca llenándome de ti esta mañana, que me brindas tu  energía, la que me transformará en árbol con cien ramas para acoger nidos y dar cobijo a los ardeidos enfrentándome a los fríos y los vientos y, si un día el rayo  que viaja en la tormenta me quema las entrañas, regeneraré mi esqueje y en la arena, transformaré de nuevo esa energía.

Y si no puedo ser árbol, seré hierba, microbio, insecto, qué puede importarme si soy feliz esta mañana, me conformo con ser una simple hoja... para que el viento me mueva por...Doñana.

 

Anflope

2 comentarios:

  1. Estimado Sr.Antonio
    Le escribre otro hombre sin patria, herrante, y soñador. En mi caminar me gustaría poder añadir este pasaje dentro de un pequeño reportaje sobre doñana, siempre con su permiso claro está. He pensado en muchas maneras de enseñar Doñana, pero no encontré nada mejor que tus palabras. Si te gusta la idea solo dame tu OK, y habrá un nuevo reportaje en la sección Mr.Sunshine reports, de un peculiar website de Huelva. Un cordial saludo.

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  2. Hola señor Hidalgo, puede usted disponer del artículo y si necesita algo más sobre Doñana, solo tiene que decirlo, si esta en mi mano, cuente con ello, es un placer contar como son los silencios, el murmullo del viento o los colores de poniente de este privilegiado lugar donde tuve la suerte de pasar mi niñez. Un afectuoso saludo. El jardinero

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